viernes, 27 de diciembre de 2013

Silencio

Creciente turbador de perspectivas
que arremetes, imprudente,
ante la automática estabilidad.

Descendiente del estruendo,
sinestesia inexplicable
cual prudente y atemporal melodía.

Asómate, irreverente,
al umbral de tu resonancia,
haz de mí un eco tardío
y de tí un grito caduco.

Sublévate ante la indiferencia
que atentó contra tu paz,
y recuérdame así;
como un misterio que te encubre.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Buscando ser

Así sucede. Lo cotidiano nos hunde. Transforma nuestras manos creadoras en respuestas automáticas. Desconecta las retinas de la sensibilidad. Sucede, sin más, hasta alienarnos.
Entonces.. ¿cuándo somos?, ¿qué somos?, ¿cómo somos? 
La frontera que delimita el sentir de la razón esconde en sus vastos recovecos los misterios más promisorios. Aquellos horizontes a los que tememos y evitamos para no perdernos, pretenden eyectarnos hasta la brutalidad más honda del sentido. Parece ser que allí reside una oscuridad profunda, un eco desolador, una verdad que retumba hasta explotar en la voz. Cuando las pupilas acarician la crudeza de lo oculto, la piel se vuelve sobre sí y escribe. Transcribe las memorias que fueron olvidadas.
En ese desencuentro reencontrado todo es claro, tan claro para el ojo racional que resulta necesario soltarse y echarse a explorar.
Poco a poco, desterramos el pensamiento que nos humaniza y nos vuelve etéreos al mismo tiempo.

Ya no analizamos
el por qué de los encuentros.
Nos encontramos.
Estrechamos las manos
de quienes están perdidos.
Nos olvidamos y aparecemos
en un portal que unifica el sentido.

Y el sentido se vuelve carne,
los sonidos demuelen la piel,
la respiración la calma
y ésta calma, atroz y despiadada,
hace de la sensación un caos.

Caos renovador,
vanguardia burda del amor,
que ambiciona con la trascendencia
hasta volverse inmortal.
Mas sucumbimos sin miedo
a la razón que prometió regresar.
Resonamos en un destello
que huele a eternidad.

En ese instante vibramos.
Vivimos y morimos
mucho antes de despertar.
Y aquel eco 
que cruje entre los huesos
es señal de que fuimos,
de que somos
y que podemos ser en un sólo momento.