sábado, 3 de octubre de 2015

No había testigo
que pudiera sostener
tal existencia.

No eran.

Se sucedían
simple e irremediablemente
tal y como sus miradas
embebidas en voluntad
lo proponían.

No eran.

Despojados de toda intención,
sus manos
se volvieron herramienta
y sus almas,
volátil mármol.

Una secuencia eterna
que se alzaba sobre el infinito
y bajaba hasta él,
sacudió al ojo incrédulo.

Sin embargo,
ahí estábamos...
viviendo.