jueves, 21 de mayo de 2015

Capas

Quietud. Instante prematuro de consciencia donde damos cuenta que no hemos aprendido nada.
Las pisadas atraviesan las mismas huellas, las cortinas desteñidas continúan vistiendo de forma ridícula las ventanas por las cuales nadie se asomó jamás, y las manos, esas palas vueltas hacia adentro, mutilan todavía la garganta disonante.
Hubo alguna vez una mirada, que conmovida, celebró los movimientos inocuos, los disparates, la respuesta porque sí. Tiempo después, la guerra.
Se volvieron enemigos los ecos pensantes, los argumentos y el reposo. ¿Qué sucedió entre tanto todo previsto y tanta nada exiliada?
Es preciso, vuelva a este detenimiento que pareció haber durado una vida para surcar por debajo de los talones, para desmantelar las ventanas, desnudarlas, desanudarlas, abrirlas y cerrarlas a nuestro antojo hasta saciarnos de una contemplación inminente.
Mientras sigan naciendo las horas habrá espacios atemporales, rincones no-natos, una vida al margen.
Ambas dimensiones nos son desconocidas. Ambas dimensiones nos constituyen.

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