sábado, 4 de febrero de 2017

Panóptico

La ley como negocio
de los que detentan el poder
nos obliga a erguirnos ante una verdad
que no tiene un fundamento último.
Y se le adjudica a la naturaleza
desde un filtro meramente humano
la organización de la realidad
que desestima la familia no tradicional
que censura la libertad individual
que sentencia a la mujer y celebra
al hombre que la domina.

Pero la ley es la ley,
aún cuando la organización
pueda deformarse entre las fronteras
que apagan el sentido de lo humano.

Somos el molde de alguien más
tratando de imitar aquello que no nos pertenece.
Tal vez seamos una forma de venganza
hacia alguien que no tiene rostro o, en su defecto,
a alguien que tenga muchos rostros.
En la representación de la representación
de los actos que nos constituyen,
se desdibuja parte de nosotros y ciertos trazos
prevalecen en nuestros sucedáneos.

Debajo de nuestros pasos hay huellas con formas desconocidas
que anuncian que quizás
somos el deseo de alguien más.

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