miércoles, 3 de octubre de 2012

El silencio que despierta.

Y de repente todo calló. 
Se oscurecieron las voces y se apagaron los cantares. Una mano tenebrosa aplacó el sonido, enmudeciendo al mundo, cegando los oídos. Fue como si todo muriera de a poco, como si la vida se desvaneciera.
Ya no se oían los grillos, ni en silencio de la madrugada. El resonar de las gotas cesó por completo, aún en el auge de la tormenta. Todo vestigio de fulgor había desaparecido.
Pero la lluvia mojaba más y en mis manos podía sentirse la humedad, cuando las nubes empujaban al sol. Mis ojos podían ver las intenciones, escondidas bajo la lengua, y los deseos, envueltos por el viento en los cabellos risueños de la mañana.
Podía verse, bajo mis pies, crecer fértiles esperanzas que trazaban un camino hacia el sentir.

No hay comentarios: