martes, 29 de octubre de 2013

Se sentía un eco oscuro. El suelo retumbaba mientras el aire espeso atravesaba sus poros volviendo insensible la piel. Cuando creía acariciar la calma, ya se encontraba en la profundidad amarga de los pensamientos que, ingratos, amenazaban con materializar sus recuerdos.
De pronto el agua cobijó su esqueleto dejando seca, solamente, su infertil alma. Y un estrepitoso ademán envolvió sus pesares, reavivando sus sentidos.
Ya no le pesaban las manos. Desorbitados los ojos, revolvió las imágenes y la confusión se apoderó de su voluntad. Su espíritu furtivo se sublevó ante su memoria abriendo paso a otra batalla que no era más que otra burda consecuencia de una guerra que jamás llegó a su fin.
Sus pies ya no tocaban la tierra, mientras sus manos, desplomadas, acariciaban la sensibilidad de una piel que volvía a sentir el aire denso, el frío seco.
Sus ojos se cerraban y su boca sentía, de nuevo, el placer del vacío que representaba empezar de nuevo.
El alma ahora descifraba por fin el susurro quieto.
Fue un viaje que duró unos segundos, fue un viaje intenso.

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