El mundo
cabe en el cuenco
que dibujan tus manos.
Puede todo reducirse a
una lluvia de aire
que dé origen a un nuevo mundo
en que respiremos piel y
podamos relamernos la mirada.
El mundo
reposa en la palma que se alza
desde la superficie más ajena y
se sumerge en la caída
de aquel suspiro primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario