Desperfecto imperceptible
que atraviesa la piel,
volviéndose irreversible,
cruje entre los dedos
ese deseo negado
en ese suelo recurrente y apagado.
Cronología insensata
que se torna permanente,
y que tiñe las manos,
los ojos, los dientes,
e inunda la voz de un vacío inminente.
Es como el tiempo en los huesos,
como noches en las piernas,
y segundos en el pecho.
Es como un gran manto viejo
que cuelga hacia ambos lados,
empapado de las huellas
que el tiempo cruel le ha dejado.
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