Te incendio.
Prendo uno a uno tus pétalos.
Doy inicio a la humareda
que pronostiqué en sueños
y contemplo las cenizas que brotan de vos.
Inhalo.
Consumo lo inmaterial de tu cuerpo.
Voy absorbiendo tu imagen versátil
que del calor emerge
y hacia lo oscuro va.
Respiro.
Consciente e insatisfecha.
Mirando absorta lo que quedó del concreto
y maldiciendo lo cobarde del tiempo.
Aún así, entre tumbos y miedos,
aguardo a la espera del próximo fuego.
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